Recuerdo la conversación que tuvimos
al borde de la cama
aún con la ropa puesta, y los ojos cerrados,
tu voz fría como otra muerte
que aparta las sábanas descoloridas.
Las manos rozaban apenas el resto de un llanto silencioso
atrapando en el seno caricias de dolor.
He abierto un espejo
donde las imágenes se diluyen temerosas
y el frío corre brillante por el cuerpo cuarteado.