jueves, 31 de marzo de 2011

Ven, hermana


Las manos en los bolsillos,
apenas unas sandalias cómodas,
no más que un simple paseo, por una playa,
el simple hecho de mucho andar,
relajada la cara contemplo la espuma
cómo voluptuosa besa mis pies.
-¡Eh, tú, luz..., la que no se aparta de mis ojos!,
guardo una vieja botella, gastada apenas unos sorbos,
sabe dulce ese licor extraño,
compuesto tan sólo de espera y olvido.

Ven, hermana,
desnuda en mi boca tu lento sabor,
despoja de ausencias esta húmeda soledad.

martes, 29 de marzo de 2011

Este amanecer




Este amanecer ha nacido yermo,
las palabras del tiempo se derraman entre las sábanas de la ensoñación,
dejando un vacío colmado de olores y recuerdos.
Un vacío agujereado de preguntas, descosido de ilusiones.

Este amanecer
asoma sus restos sobre un mundo que lo contempla con sorda indiferencia,
vagando en la marea de su inmanente locura.
¿Cómo despertar en un amanecer
que se empeña en engañarse cíclicamente con su propia mentira?.
Difícil,
muy difícil abrir la vida con el sopor de un blues inacabado.

El cuerpo dolido quiebra un grito cuando lo atraviesa la hora pactada,
quiebra un canto anciano de agonía en las manos sumisas.
El cuerpo obedece,
el alma calla.
Las manos preguntan,
el vacío calla.
¿Quién dirige este juego?.

La mirada,
     en miel despertar,
agujerea láminas de blanca oscuridad.
La mirada se clava en huecas paredes intentando resquiciar su lienzo
y conseguir beber un poco de luz
más allá de su esqueleto de argamasa y dolor.
Una luz que atrape, que motive, que aliente, que arrastre, que queme.
Una luz que abofetee la ebria sensación de otro día destrozado.

Mirada y cuerpo golpean este amanecer forzado.
La sangre agolpada en los latidos vierte su acre calidez sobre un erial,
seco,
baldío.
Borbotea su espeso licor en canales de antigua cadencia,
en canales de gélida impaciencia.
La sangre ya no calienta.
La sangre tamiza su cauce en un lecho de hastío y cansancio
en este nuevo amanecer. Otro amanecer.

Vapores de vida alcanzan las cotas de mis ventanas selladas en olvido.
Arrancan el vaho marchito que oxida los cristales.
Arañando el espejo de mis recuerdos.
Quebrando el sabor de la noche de mis labios.

jueves, 17 de marzo de 2011

El laberinto de su soledad


Un fantasma camina por las calles que el sueño acuna,
no es blanco, va de gris,
lleva chaqueta y le falta corbata.
La luna en sus pupilas refleja nostalgia y pérdida
de miel olvido.
Si llueve, se le encharca la barba,
y en los surcos siembra el laberinto de su soledad.

Cuentan quienes le ven que no asusta,
que la tristeza le abraza los hombros,
y en la mirada habita paisajes desolados.
Aún así, parece que sonríe, que habla con alguien,
que no está solo.

Un alma quebrada que cicatriza su dolor vagando
por las esquinas iluminadas de horas despiertas.
Vigilante de los miedos que devoran sueños,
vigilante de los ojos que callan silencios,
vigilante de los corazones alambrados,
de los cuerpos perdidos en sus infiernos,
de las vidas desvestidas de vida.

En las calles que el llanto chorrea,
un fantasma muerde sus labios
goteando cansancio.
El caminante de la luna regresa pálido,
como un columpio al que solo el viento pasea.

jueves, 3 de marzo de 2011

Bruma de nostalgia



Recuerdo un juego en la infancia
donde todos corríamos a escondernos
mientras nos buscaban en silencio.
Los años pasaron en el olvido, y los huesos me crujen,
hoy, que la espina de la vida ha marcado
de nuevo mis ojos de sal,
no dejo de preguntarme ante la mirada del espejo,
¿puede un hombre cansado abrir un nuevo día?.

Recortes de pintura en la vieja madera
asoman como recuerdo de otras miradas,
otras manos que aferraron su dolor
en las astillas inmanentes del pasado.
Me acerco a la ventana de mi infancia
y el cristal me devuelve una bruma de nostalgia.