Nada puedo hacer para dejar de ser.
Caen cabeza abajo los días, unos tras otros,
en un vacío de muda complacencia.
Caen horas, minutos, segundos; cae un cuerpo
dolido, agotado.
Caen abajo, abajo, abajo...
Como el sueño de los amantes dormidos en las noches,
y el grito abierto de la pesadilla
devorando su hueco de cordura
como un aire que no he usado
Caminaré erguido al viento
azotado y confundido.
Caminaré
donde el alma caída germinará de nuevo en la noche
sin preguntarme qué labios resecos apuraron su sudor.
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